Dios, el Edén y tú

Adán y Eva fueron la más excelsa creación de Dios, hechos a su imagen para sojuzgar y señorear la tierra. Mediante el gobierno del hombre, Dios quiso establecer el modelo de su Reino, uno en el que Adán fuera sacerdote, profeta y rey, cumpliendo así la voluntad de su creador en la tierra. Este designio de Dios fue mediado por un pacto con el que se le prometió al hombre vida eterna a cambio de obediencia perfecta. El ser humano tenía delante de sus ojos el árbol de la vida, y se esperaba que fuera fiel para ser digno de comer su fruto y vivir eternamente.


En Génesis 1:26-28 y 2:7-22 Moisés hace una descripción detallada de la forma como Dios creó al ser humano. Primero describe el suceso de manera general:

Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.

Gn. 1:26-28

Después, el escritor sagrado se ocupa de los detalles específicos de la creación del hombre y la mujer en el sexto día:

Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente. Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado […] Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él […] Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras este dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre.

Gn. 2:7-8, 18, 21-22.

A imagen de Dios

De todas las criaturas que Dios hizo sólo el ser humano tiene el honor de ser hecho a su imagen. ¿Qué significa esto? «El hecho de que el hombre está formado a la imagen de Dios quiere decir que el hombre es como Dios y representa a Dios».[1]

En primer lugar, Dios creó al ser humano para ser como él en su composición. Lo hizo recto y con conocimiento para hacer su voluntad (Ef. 4:22-24; Col. 3:9-10). El texto señala que Dios sopló en él aliento de vida, lo que indica que el ser humano no es sólo cuerpo sino también alma. En el idioma hebreo la palabra alma (neshamá)[2] significa intelecto, emociones y voluntad. De esta manera, el ser humano es la única criatura en la tierra que posee una conciencia moral de sí mismo y de Dios.

El Señor hizo al ser humano similar a él para establecer su orden y su jerarquía en la tierra. Dios puso al hombre en el huerto de Edén «para que lo labrase y lo guardase» (Gn. 2:15). Este huerto se ubicaba en la cima de una montaña —allí nacían cuatro ríos— y estaba rodeado de árboles, piedras y metales preciosos que tipificaban el templo de la presencia de Dios.

Este magnífico paraíso era un santuario y un reino. Adán tenía la obligación de ser su sacerdote, su profeta y su rey. Sacerdote por cuanto debía guardar el jardín de pecado (cp. Núm. 3:6-10); profeta por cuanto debía anunciar la voluntad de Dios a su esposa y a sus descendientes (cp. Dt. 18:18); y rey por cuanto debía gobernar para Dios a todas las criaturas (cp. 2 Cr. 1:1, 7, 10-12).

El ser humano fue creado a la imagen de Dios para representarlo en la tierra como su gobernante y administrador. ¿Cuál es su propósito? Glorificar a su creador.

El santuario de Edén

Lo que llama mi atención es que la creación del huerto de Edén tenía como propósito establecer el modelo de un reino. Así lo enseña el versículo 28 de Génesis 1: «Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread».

Los últimos verbos connotan el lenguaje de un reino. La palabra «sojuzgar» significa conquistar. Tiene la idea de ganar un determinado territorio con esfuerzo, mediante el uso de habilidades y destrezas. Por otra parte, la palabra «señorear» significa dominar, lo que quiere decir que el ser humano fue ubicado en la cúspide de la creación como un gobernante; a él debían someterse todas las criaturas de la tierra.

El hombre tenía la responsabilidad de administrar, dirigir y mantener en orden la creación de Dios. Se esperaba que fuera diligente en el cuidado de los animales, la labranza del campo y la expansión del reino de Dios en toda la tierra.[3]

David, el segundo y más importante rey de Israel, expresó el modelo del Reino de Dios en el siguiente salmo:

Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos,
La luna y las estrellas que tú formaste,
Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria,
Y el hijo del hombre, para que lo visites?
Le has hecho poco menor que los ángeles,
Y lo coronaste de gloria y de honra.
Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos;
Todo lo pusiste debajo de sus pies.

Sal. 8:3-6.

Es importante que usted capte desde ahora el mensaje detrás de Génesis 1 y 2: el propósito por el cual Dios creó al hombre fue para que guardara y gobernara su templo y fuera su representante en la tierra. Su destino era ser un sacerdote, un profeta y un rey en su presencia. Si interioriza esta verdad, no sólo entenderá por qué la Biblia habla de un reino celestial que será establecido de nuevo en la tierra, sino que se gozará al saber cuál es el propósito de su vida (lea 1 P. 2:9).

El huerto de Edén tipificaba el templo de Dios y el reino de Adán en la tierra; tenía como propósito ser el lugar de adoración a Dios y un sitio de encuentro espiritual.

Se establece un pacto

En este contexto, Adán le debía una obediencia perfecta a Dios como su criatura. Él tenía el compromiso de glorificar a Dios no por una norma que lo obligara sino por haber sido creado por él. Sin embargo, Génesis nos enseña que a Dios le plació establecer un compromiso con Adán más allá de lo natural. Los versículos 16 y 17 de Génesis 2 dicen: «Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás».

Este pasaje establece el primer pacto de Dios con el hombre[4]; es «resultado de la propia y libre iniciativa de Dios para llevar a cabo Sus propósitos».[5] Recordemos que Dios no tenía la obligación de recompensar a Adán por su obediencia, pero decidió hacerlo para fomentar la comunión con él. ¿Cuál era el galardón? La vida eterna. Esta no era parte de la constitución natural del hombre, sino una promesa que sería cumplida si obedecía el mandamiento. Si Adán cumplía las ordenanzas de su creador, el árbol de la vida estaría delante de él como un juramento de inmortalidad (Gn. 2:9). Pero si desobedecía, el Señor cumpliría la sentencia de muerte eterna.

Cierto comentarista apuntó: «El árbol [de la vida] se asociaba con lo más elevado, lo inalterable, la vida eterna que debía ser conseguida por la obediencia a lo largo de su período de prueba».[6]

El hecho de que la vida eterna fuese una promesa para alcanzar y no una cualidad inherente del primer hombre explica por qué Adán fue capaz de pecar. Él fue creado sin pecado, pero dado que el pecado es infracción de la ley (1 Jn. 3:4), Adán era capaz de violar la ley de Dios, y como veremos en el siguiente capítulo, eso fue lo que hizo.

Un pacto es un compromiso asegurado por iniciativa exclusiva de Dios en el que se establecen sanciones y amenazas para garantizar su cumplimiento.

En el siguiente capítulo de este estudio bíblico estudiaremos la segunda parte del contexto de enunciación del Evangelio: la caída de Adán y Eva y sus consecuencias. Si no ha leído el primer capítulo, visítelo aquí: ¿Qué enseña la creación sobre el carácter de Dios?

  • Pasaje para memorizar: «Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1 P. 2:9).

Guía de estudio

  1. ¿Qué ejemplos puede dar sobre el papel del ser humano como gobernador y administrador del planeta tierra en la actualidad?
  2. ¿De qué manera el rol de Adán como profeta, sacerdote y rey en el Edén puede aplicarse a su vida en Cristo?
  3. ¿Es el ideal de su vida el que Dios diseñó para la humanidad desde la creación del mundo? O, por el contrario, ¿tiene un ideal distinto al que señala la Escritura? Argumente su respuesta.
  4. ¿Qué le diría a una persona que asegura que puede establecer nuevos pactos con Dios?
  5. Explique en sus propias palabras qué es el reino de Dios.
  6. Desafíese a compartir la historia del origen y propósito del ser humano con un amigo o familiar.

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[1] Wayne Grudem, «La creación del hombre», en: Teología Sistemática (Miami: editorial Vida, 2009), 462-463.

[2] Esta palabra significa tanto alma como espíritu, es decir que son sinónimos. La Biblia enseña que el ser humano es bipartito: tiene cuerpo y alma. La idea de que el hombre tiene cuerpo, alma y además un espíritu no encuentra sustento en las Escrituras.

[3] Los teólogos llaman al propósito ético y moral del cristiano el Summun Bonum (Bien Supremo), el cual consiste básicamente en hacer la voluntad de Dios al glorificarlo por medio de una adoración sincera y a través de la expansión del reino de Dios en la tierra.

[4] Este pacto se conoce como pacto de obras, pues el cumplimiento de su promesa dependía de la obediencia de Adán.

[5] Samuel D. Renihan, «Pacto y Reino», en El misterio de Cristo, su pacto y su reino (Santo Domingo: Editorial Legado Bautista Confesional, 2019), 56.

[6] Geerhardus Vos, «El estandarte de la verdad», en Teología Bíblica (Filadelfia: 2007), 28.

Este artículo hace parte del segundo capítulo del libro: Buenas nuevas para un mundo en crisisescrito por Harold Cortés. Todos los derechos reservados.

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